Scarlett y Erik se dirigían a la casa de la bruja Odelgarde. El zapatero les había dicho que tal vez ella podría ayudarles con el tema de la zapatilla de cristal. En la mente de Erik, si Odelgarde había encantado la zapatilla de cristal, sería capaz de decirle para quién había hecho ese hechizo… pero sabemos que las brujas no son tontas y algo nos pedirían a cambio. Esto mismo era lo que le estaba explicando a Scarlett.
«Mira, a mí no me hagas mansplaining, es más que obvio todo lo que estás diciendo», le dijo ella un poco harta
«Perdón… Es que Felberta y yo solíamos hacer esto… explicarnos lo obvio, como dices tú. Ayuda a poner ideas en perspectiva. Creo que es la costumbre», dijo Erik un poco avergonzado, a decir verdad
«Está bien, hermano. ¿Podrías avisarme cuando cambie nuestro parentesco? Un día soy tu esposa, al otro tu hermana… No me sorprendería que mañana dijeras que soy tu abuela»
«Un detective tiene que saber improvisar. Eso de que ‘Hola, venimos en nombre de los reyes’ no siempre jugará a tu favor»
«¿Pero en nombre cuántos reyes has ido tú a preguntar nada?», soltó nuestra chica y se echó a reír
«¡Muy graciosa! Yo que solo quiero entrenarte como mi asistente»
«Si es así deberíamos hablar de mi pago. Te recuerdo que tengo que irme a Villa Magnolia»
«Tu pago es que gracias a que eres ‘mi esposa’ tienes una cabaña asignada por los reyes, mientras te dejo que me acompañes en todo este proceso»
Tenía razón el melenudo.
«¡Qué suerte tengo! En fin, voy a buscar un trabajo esporádico y tengo que escribir a mi madre y a mi abuela para que sepa que tardaré»
«Bueno, ahí está el correo», comentó Erik y señaló una casa que tenía un cartel que decía ‘Se envían cartas’
«Luego, cuando volvamos de la bruja»
«¿No tienes calor? Te veo con esa capa y me derrito», le dijo Erik
«No sabía yo que causara ese efecto en ti. Cuéntame, ¿soy yo o es más bien la capa?»
«Ninguna. Es el otoño. Corrijo: me derrito de calor y verte tan abrigada pues… me pregunto cómo no te ha dado algo»
«Hacía frío cuando salimos. Y no sé… estoy acostumbrada a mi capa. La hizo mi madre ¿sabes? Me hace sentir que está conmigo de alguna manera… Ya sé, soy cursi»
«Naaah… ojalá yo tuviera algo que me recordara a mi familia», dijo él
Scarlett recordó que le había contado que Felberta, quien le había enseñado el oficio de detective, lo había acogido cuando era adolescente…
«¿Qué fue de tu familia?», preguntó finalmente. No sabía cómo iba a reaccionar
Erik alzó las cejas y frunció los labios…
«Nuestra aldea fue atacada. Murieron… solo sobrevivimos tres sims»
Scarlett se sonrojó, tal vez no debió preguntar. ¡Qué horrible!
«Lo siento… no quería…»
«No importa», la interrumpió Erik. «Ya hace mucho tiempo de eso…»
«¿Y quiénes atacaron la aldea?», preguntó ella. Tenía mucha curiosidad y no pudo contenerse
«Un grupo de rebeldes… de ladrones…»
«¡Por el plumbob! ¿Y qué pasó con eso? ¿Los capturaron? ¿Cómo se llamaba tu aldea?»
«Pues no lo sé, Scarlett», dijo Erik mucho más serio. «Los pocos que quedamos con vida huimos. La aldea se llamaba San Rosebud»
«Perdón si soy muy preguntona… ya sabes que en Glimmerbrook nunca pasa nada…»
Erik seguía un poco serio, así que Scarlett cambió el tema.
«De niña tenía una capa parecida a esta, pero tenía una caperuza. Me apodaban Caperucita Roja. Incluso, hoy en día mucha gente me llama así. Mi madre me la hizo roja porque yo se lo pedí… fue cuando descubrí que mi nombre significaba ‘rojo brillante’, ‘de color escarlata'»
«¿Pero tú no te llamabas Carmen?», bromeó Erik y se echó a reír. A Scarlett le gustaba escuchar su risa, era muy contagiosa
«Vamos, Caperucita, nos espera la bruja, aunque ella no lo sabe»
Llegaron a la casa de Odelgarde, que tal cual como había dicho el zapatero tenía una pequeña torre. Era un lugar curioso. Incluso, desde afuera, se sentía el olor a hierbas.
Erik llamó a la puerta y una chica preciosa respondió. Scarlett sabía que esa historia de la bruja verde y llena de verrugas no era cierta, pero aún así se esperaba otra cosa… ¿Alguien con un toque del estereotipo brujeril?
Erik sonrió a la chica e inmediatamente adoptó una mejor postura. Scarlett rio por lo bajo.
«¡Bienvenidos! Ustedes deben ser Gertrudis y Anastasio. Yo soy Odelgarde. ¡Pasen! Enseguida les doy la poción de reavivamiento ñiquiñiquil…»
Erik y Scarlett rieron.
«Perdona, Odelgarde, pero no somos Gertrudis y Anastasio», dijo Scarlett
«¡Ay, por el Plumbob! ¡Perdónenme ustedes! Es que estoy esperando a unos clientes que me hicieron un encargo… ¡Adelante! ¿En qué puedo ayudar?»
Scarlett miró a Erik, observaba a la bruja fijamente y tenía una sonrisa de oreja a oreja.
«Un placer, Odelgarde. Encantadísimo de conocer a alguien como tú», dijo él. Tenía la voz más grave y todo, por lo que Scarlett tuvo que luchar por aguantar la risa. «Me llamo Erik Longcrow y esta es…»
«¡Su esposa! Scarlett», soltó nuestra chica. Era una oportunidad muy buena como para dejarla pasar. Nuevamente tuvo que volver a controlar la risa. «Estamos recién casados»
A Erik se le congeló la sonrisa en la cara, pero no dijo nada.
«¡Encantada de conocerlos! Tengo descuentos para recién casados en todas mis pociones y en algunos hechizos», dijo la bruja
«¡Qué suerte tenemos! ¿Verdad, terroncito?», soltó Scarlett
«Claro, manzanita. Verás, Odelgarde, mi querida esposa ha escuchado hablar de unas zapatillas de cristal»
«Tenemos un baile en primavera y me encantaría llevarlas. Por lo que sé es algo que solo puede hacerse con magia», continuó Scarlett
Odelgarde no les creyó nada, y mira que ella había escuchado cosas raras…
«A ver, terroncito y manzanita, yo solo hago negocios con gente sincera. Y solo doy una oportunidad más. ¿Quiénes son realmente y qué quieren?»
Pero ni Scarlett ni Erik tuvieron tiempo de responder. Una extraña figura flotante había entrado por la ventana y gritaba: «Odelgaaaaaarde, sorpreeeeeeesa». Pero la entrada triunfal de la figurase vio eclipsada por ciertos problemas que es mejor que veamos:
«¡Ayúdame, Odelgaaaaaaaarde!», gritaba la bruja que era estereotípicamente verde
Odelgarde se adelantó unos pasos y lanzó un hechizo que detuvo la escoba. La bruja verde aterrizó en el suelo, de pie y en perfecto estado.
«¡Ay, qué miedo! Menos mal que me salvaste… No sé qué le pasa a esta condenada escoba. La he llevado a reparar unas cinco veces. Le cambiaron el palo y luego las cerdas del cepillo, y sigue estando loca… ¡Es que no me lo puedo creer…»
«¡ÚRSULA!», exclamó Odelgarde. «¡Deja de hablar tonterías! ¿Por qué plumbobs eres verde?»
«Fue un accidente con una poción. Apenas se nota…», dijo Úrsula
«¡Pero si pareces un brócoli!», chilló Odelgarde
«Exagerada. Ya se pasará»
«¿Cuánto tiempo llevas así?»
«Unas dos semanas», aclaró Úrsula
«Pero si hace dos semanas que te fuiste a Henford-on-Bagley… ¿Qué pasó con tu nuevo trabajo? ¡¿No me digas que ya no eres la bruja del pueblo?! ¡Con todo lo que me costó conseguirte ese trabajo!»
«Todo está bien, relájate, que te lleva La Parca. Vine porque me olvidé de mi caldero. ¿Lo has visto? Intenté hacer la poción en la cocina y creo que por eso falló y me volví verde»
«¿Crees que si hubiera visto que te has olvidado el único y ENORME caldero que podemos utilizar para hacer pociones en este juego no te hubiese avisado?», preguntó Odelgarde irónicamente
«Y yo qué sé», dijo la bruja verde y fijó sus ojos por primera vez en los silenciosos y parcialmente espantados protagonistas de esta historia. «¡Ay, por el plumbob, que tienes compañía! Perdón por el espectáculo. Soy Úrsula, la hermana de Odelgarde»
«Los señores ya se iban», soltó Odelgarde. Estaba furiosa
«Por favor, necesitamos ayuda, de verdad», le dijo Scarlett
«No sé qué habré interrumpido, pero, querida, tú no estás para rechazar trabajos… con la deuda que tienes en el casino del Reino Mágico…», dijo Úrsula
«¡Cállate, desastre con patas!», le gritó Odelgarde
Úrsula le mostró los dientes como si fuera un gato.
«Verán, estimadas brujas…», empezó Erik, Úrsula lo miraba fijamente. «No quería yo contar mucho, por temas de seguridad, pero creo que ya tenemos confianza. Me llamo Erik Longcrow y soy detective. Ella es Scarlett, mi asistente… Los reyes de esta tierra nos han encargado un importante caso y necesitamos cierta ayuda mágica»
«Voy a sentarme, que esto se pone bueno», dijo Úrsula
«Debemos encontrar a una joven que asistió al baile de máscaras organizado por los reyes, la única pista que tenemos es que llevaba zapatillas de cristal. Por lo que nos han dicho es un objeto mágico. ¿Alguna de ustedes ha encantado este tipo de zapatillas recientemente?», explicó nuestro melenudo detective
Odelgarde y Úrsula se miraron, y luego miraron a Erik…
«Si saben algo habrá una recompensa», aclaró
«Yo no he encantado ningunas zapatillas», dijo finalmente Odelgarde
«Yo tampoco. Si ni caldero tengo… ¿Seguro que no lo has visto? Pero bueno, estoy pensando… no sé qué piensas tú, Odel, pero eso de zapatillas encantadas no suena a magia bruja…»
«Es cierto…», estuvo de acuerdo Odelgarde
Ambas se quedaron calladas.
Erik sacó de su inventario un objeto de decoración: unas palomas de oro puro. Lo puso en el suelo frente a las dos brujas. Scarlett se quedo congelada. ¿De dónde había sacado eso el melenudo?
«¿Y qué magia podría ser?», preguntó Erik con una sonrisa
«Magia de hada», dijo Úrsula sin quitar el ojo a las palomas. Con eso podría comprarse 10 calderos y hasta alguno en miniatura de CC.
Erik sonrió. Detestaba a las hadas.
«¿Y cómo podemos encontrar a un hada? Que sea seguro, claro… ya sabemos cómo son», preguntó
Ambas se quedaron calladas nuevamente. Erik ya no estaba para tonterías.
«A ver… llámenme loco, pero diría yo que este hermoso objeto decorativo y de oro puro vale varias consultas, unas cuantas pociones y bastantes hechizos… y considerando el olor que hay aquí a ciertas ‘hierbas especiales’ y un tanto ilegales, pueeeees yo al menos estaría muy dispuesto a ayudar a unos emisarios de los reyes…»
Úrsula sonrió. Odelgarde lo seguía observando…
«Me gusta como piensas», dijo finalmente la bruja no verde. «Conozco a un hada… suele hacer algunos favores por aquí y los pueblos de alrededor. Tal vez ella misma haya conjurado las zapatillas… Podemos hacer un ritual para invocarla»
«Después de la luna llena, claro», comentó Úrsula, quien volvía a tener los ojos fijos en Erik
«Me parece perfecto», afirmó Erik
Se despidieron de las brujas y pusieron rumbo al pueblo. Iba a oscurecer pronto.
«Scarlett, tengo que ir a…», empezó el detective
«¡Dime de dónde sacaste esa cosa de oro!», exigió Scarlett
«¿De dónde más? ¡Del castillo!»
«No recuerdo que los reyes te hayan dado permiso para llevarte nada»
«¿Y qué? Tampoco van a extrañar a las palomitas de oro. Te aseguro que no las han visto en su vida…»
«¡Es que tenía razón! ¡Sí que eres un ladrón!», gritó ella
«No les he robado para mi beneficio, es para resolver el caso»
«¡Y un plumbob! Si las brujas no te hubiesen pedido nada a cambio te ibas a quedar con las palomitas de oro en el inventario sí o sí…»
«¡Tarde o temprano las iba a tener que utilizar! Nada es gratis en esta vida, y lo sabes bien»
«¡Pues podías haberle pedido dinero a los reyes en vez de robarles!»
«¡El robo del siglo! Robo a los ricos para ayudar a los mismos ricos…», se burló él
«¡Tienes que devolver las palomas al castillo!», demandó Scarlett. Erik fingió un bostezo…
«Pues vuelve tú donde las brujas y quítales las palomitas, anda. Te quiero ver»
Scarlett se quedó callada mirando al suelo…
«Ya decía yo que no te atreverías», soltó él y se alejó de ella
«¿A dónde vas?», gritó Scarlett
«¿Qué te importa?»
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