Por fin Erik estaba en la taberna. Un momento a solas para relajarse después del drama que había vivido en menos de 24 horas: Scarlett furiosa, la noche de anoche, el principejo… Nada que una cerveza no pudiera calmar… Aunque algo le decía que lo peor sería enfrentarse a las brujas. Ahora que era un niño bueno, dominado por una muchacha que hablaba hasta por los codos, que se metía en todo… y tenía la costumbre de salir de la nada… y se las daba de correcta… Tenía muchísimas ganas de mandarla a freír llamacornios…
Lo dicho, tendría que volver a casa de las brujas y pedirles que le devolvieran las condenadas palomas de oro. Si Scarlett no se hubiera metido… si él hubiese sido más cuidadoso…
No entendía por qué le preocupaba tanto Scarlett, con su intromisión y sus aires de superioridad. Pronto se iría y él se quedaría solo con todos los problemas, buscando a la novia del principejo y al otro príncipe desaparecido.
Se sentó a jugar No despiertes a la llama, ese juego del plumbob, con el que tanto había perdido. Tenía que practicar a ver si mejoraba y podía recuperar algo de su dinero desaparecido en apuestas.
Otra vez tenía a Scarlett en la cabeza. Le daba rabia tener que justificarse tanto ante ella y a la vez estaba enfadado consigo mismo por haberla decepcionado…
Pero su instinto le decía que la muchacha no era tan buenecita como aparentaba. Algo le escondía y podía verlo en esos ojos morados… Se lo iba a preguntar de frente, sin darle vueltas. Seguramente lo negaría todo y buscaría la forma de hacerle sentir que estaba loco, y, como no, sacaría nuevamente el tema de que había robado a los reyes. Iba a escudarse en eso para siempre.
Pero si quería descubrir su secreto tenía que alterarla un poco. Eventualmente se rompería en un momento de sinceridad.
Y si ella resultaba ser lo que él creía, entonces él también podría contarle ¿no? No tenía que hacerlo, no solía hablar de ello con nadie… Tal vez ella ya lo sabía, aunque, si era así, lo disimulaba muy bien. Las brujas lo habían sabido nada más verlo. ¡Uff, las brujas! Cero ganas de verlas… En realidad podría ir primero al castillo, quería interrogar a los sirvientes. Nada de principejos ni reyes. Sería un interrogatorio que le ayudaría con lo de la muchacha de la zapatilla y con lo del Príncipe Perdido, o eso esperaba.
Aunque también podría esperar a Scarlett y que fuera con él ¡No! ¡¿Pero qué le pasaba?! ¡Otra vez Scarlett! No la necesitaba para esto, ni para nada. Podía defenderse él solo, como siempre. Iría primero al castillo y mañana resolvería lo de las brujas. Sí, sí, mañana sería el día perfecto…
La llama se tambaleó, pero afortunadamente no se cayó. Pensó otra vez en Scarlett, en las cartas que habían enviado por la mañana. Él le había escrito a Farkas y a Kendra, quienes por lo visto seguían en Willow Creek. Siempre que cambiaba de localización les escribía, y ellos igual.
Por supuesto, Scarlett había escrito, después de mucho postergarlo, a la famosa abuela y a su madre. Lo cual fue para él otro recordatorio de que la también llamada ‘Caperucita’ se iría. Eso solo quería decir que tenía poco tiempo para averiguar lo de los ojos morados… Sí, definitivamente lo mejor sería preguntárselo directamente. Era muy de enfrentarse a los demás, o al menos a él. Un poco de su propia medicina no le vendría mal.
Movió una de las piezas y la llama se despertó, cayó estrepitosamente sobre la mesa. Se había desconcentrado pensando en Scarlett.
Scarlett, quien lo había animado a investigar lo del Príncipe Perdido y lo había amenazado con activar el Extreme Violence cuando él la había ayudado.
Scarlett, quien había adoptado un sapo sin consultarle y había descubierto un secreto interesante del principejo y la duquesa.
Scarlett, a quien había decepcionado con las palomas de oro que se había robado del castillo, a quien quería mandar a freír llamacornios, pero solo temporalmente.
Scarlett, quien vivía en su mente sin pagar alquiler.
Salió de la taberna y volvió al castillo. Había sido un logro, la verdad, una cerveza y una sola partida de práctica de No despiertes a la llama.
Una vez dentro se puso a hablar con uno de los guardias… así como quien no quiere la cosa. El hombre le preguntó si era verdad que estaba investigando lo de la muchacha y la zapatilla. Erik confirmó y llevó el tema a donde quería: al principejo.
«Hoy hablé con su majestad el príncipe y parece no estar muy interesado en la muchacha… Poco amable el hombre», dijo el detective
«Pfff», resopló el guardia. «El príncipe está muy cambiado. Volvió de su viaje y parece otro. Siempre amargado… antes de… bueno de la ‘desgracia’, de lo del príncipe William, sabe usted, el príncipe Harold solía venir a beber y hasta apostaba con nosotros los de la guardia nocturna. Ahora ni saluda, el hijo del plumbob»
«¡Cómo cambia la gente! ¿Y estaba usted el día de la zapatilla?»
«Me lo perdí. Estaba de descanso y me fui a la taberna… pero me lo han contado todo, todito, todo»
Después de hablar con el guardia se topó ‘sin querer’ con la cocinera.
«¡Ay, muchacho, quítese del medio!», dijo la mujer desesperada. La cocina era un caos.
«Puedo ayudar si lo necesita», se ofreció Erik
Diez minutos después estaba cortando cebolla y escuchando la vida entera de la cocinera, que era bastante interesante.
«… Y ahora el desgraciado se viene a trabajar aquí. ¡¿Lo puede creer usted?! Yo ya le dije que no iba a volver con él», aseguró ella
«No, Davina, ese hombre es un infeliz. Ignórelo»
«Eso hago, pero es difícil. Cada vez que lo veo ardo, pero de odio… ‘Maestro de alfombras’, dice que es… no llega ni a bufón»
«No sabía yo que la vida en el castillo fuera tan complicada… con todo esto y también lo de la muchacha de la zapatilla, el príncipe William…»
«¡Ay, el William! Yo creo que está con La Parca. Ese muchacho… tan raro. Tan serio. Siempre con cara de amargado, pero no merecía lo que le pasó», dijo la cocinera y arrugó la cara
«¿Y el Harold? ¿Es como su hermano?»
«¡Noooo! ¡Mi niño! Lo que pasa es que está muy afectado. No es el mismo desde lo de William. Se ha aislado mucho… fíjese en ese viaje taaaaan largo que hizo»
«¿Será que la muchacha de la zapatilla lo podría reanimar?»
«¡Ojalá! En el baile parecía que sí. Yo los vi con estos ojos», aseguró la cocinera
«¿Se acuerda usted de cómo era la muchacha?»
«Pues no la vi de cerca, pero como tenía la máscara… Eso sí, llevaba un vestido azul precioso. Aquí entre nos, ni la reina tiene un vestido así»
«¡Qué raro que haya huido del príncipe!»
«¡Rarísimo! Aunque, bueno, tal vez ni sabía que era él, pero habría que ser tonta pa no saberlo…»
«¿Qué quiere decir, Davina?», preguntó Erik mientras comenzaba a cortar zanahorias
«Bueeeeno, muchacho, que se puede poner mucha máscara, pero era obvio que era el príncipe Harold. A menos que se ponga una bolsa en la cabeza era fácil reconocerlo… Ese porte, esos brazos… ese pelo… ese mentón. Muy guapo él»
«¿Y William era igual? Por lo que sé eran gemelos»
«Igualiiiiitos, pero se les podía diferenciar al segundo. El William era el heredero ¿sabe? Nació unos minutos antes. Creo que eso también tiene malito al Harold, amargaiiiito. Hay rumores de que los reyes querían que el Harold heredara, pero el Harold dijo que no… Y ahora, pues le toca sí o sí», susurró Davina
«¿Y eso? ¿El William tampoco quería ser Rey?», preguntó Erik, definitivamente la miel no se hizo para el burro
«Es que el William no era muy querido por la gente. Y bueno… yo creo que como no era muy popular, y como Harold dijo que no quería ser rey, pues los reyes lo comprometieron con la hija del Barón de Cinder… que en esos momentos parecía ser un buen señor. Así podían atraer los favores del populacho temporalmente con el tema de la boda», explicó Davina
Erik recordó las anotaciones de Felberta. Efectivamente William había estado comprometido… tenía que revisar la lista de asistentes al baile de máscaras, tal vez la ex-prometida había asistido. Así tendríamos excusa para hablar con ella sobre la zapatilla y sobre el Príncipe Perdido. Sin embargo, algo no le cuadraba a Erik…
«¿Qué quiere decir con lo de que el Barón parecía un buen señor?», le preguntó Erik con tono indignado para añadir al drama
«Ah, pues que el gran señoro Barón se largó con La Parca un par de años después de que desapareciera el William… y se descubrió que tenía unas deudas de aquí a Los Sims 1. La familia quedó devastada y está aguantando gracias al dinero de su esposa», explicó Davina
«¡Qué fuerte! ¿Cómo despilfarraría ese dinero?»
«¡Cosas de ricos, muchacho!»
El detective empezó a picar tomates.
«¿Y conoce usted a la duquesa de Chickenlorn? Esta mañana vine con mi esposa y la reina estaba reunida con ella. Parece que no le cae muy bien…»
Davina rio y bajó la voz…
«Nadie la soporta. Hay rumores de que es una bruja, pero yo nunca la he visto hacer nada. Apareció de la nada, ¿sabe? El duque de Chickenlorn era un solterón empedernido… y de la noche a la mañana se casó con ella, una completa extraña sin una gota de sangre azul»
«¿Viene mucho por aquí la duquesa? ¿Y el duque?», preguntó Erik
«Últimamente sí… supuestamente está organizando no sé qué cosa de caridad JAJAJA. Y el duque… aquí entre nos, no diga nada usted, aunque todo el mundo lo sabe… ha perdido la cabeza. Parece poseído por una llama. ¡Pobre! En sus tiempos de cordura era buena gente y siempre alababa mis comidas»
Erik se despidió de Davina y agradeció su colaboración. Ella elogió su talento culinario y le dijo que si algún día dejaba eso del ‘detectivismo’ que se viniera a trabajar con ella.
Posteriormente habló con una de las damas de la reina, Lucinda. Le preguntó por el baile de máscaras y la joven le contó que había visto a la muchacha correr…
«Pasó por mi lado… juraría que la oí llorar», dijo
Por último habló con Hermenegildo, el ayudante de cámara. El hombre le contó que asistía principalmente al rey y que, antes de la desaparición de William, también a Harold. Por lo visto William se había negado a tener un ayudante de cámara porque no le veía sentido. Ahora que Harold había vuelto de su viaje estaba haciendo lo mismo que su hermano perdido. El pobre Hermenegildo temía un poco por su trabajo, pero bueno… mientras el rey lo necesitara no habría problema. ¿Verdad?
Sobre la muchacha de la zapatilla le dijo al detective que la había visto besando al príncipe en el jardín.
¿Será que la muchacha de la zapatilla era la duquesa de Chickenlorn? Tal vez se pelearon en el baile y ella salió corriendo. Luego se reconciliaron y se fueron al bosque, donde los vio Scarlett… Aunque, según ella, él le decía que la había echado de menos. ¿Podría ser desde la pelea, no? Eso también explicaría por qué el principejo no quería encontrarla, ya sabía quién era y querían mantener en secreto el romance. Luego estaba el tema de los rumores de que era una bruja… Erik no había percibido nada raro más allá de su antipatía, pero es verdad que las brujas solían esconder muy bien su condición, si querían.
Por otro lado, había descubierto que el principejo, el tal Harold, por lo visto se había vuelto un rancio después de la desaparición de William, lo cual encajaba en cierta forma con lo que le habían contado los reyes de que perdió el entusiasmo por todo. La prometida de William había caído en desgracia, gracias a las deudas de su padre… y el tal William parece que era el rancio original de los dos hermanos…
Al final tendría razón Scarlett… ‘Mejor malo conocido’.
¡Ay, Scarlett!
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