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Caperucita y el detective - Capítulo 23


Erik llegó al pueblo sintiéndose un completo imbécil. Le había mentido a Scarlett con lo de que nunca había visto sus ojos morados, pero esta vez tenía la sensación de que ella se había creído todo… a ver cuánto duraba. Sabía que tenía que decirle la verdad, pero es que era incapaz de imaginarse esa conversación. «Hola, Scarlett. Verás, tú eres un hada y yo soy…». ¡NO! Ni se atrevía a pensarlo. Nunca, jamás se lo había contado a nadie… quienes lo sabían eran otros seres sobrenaturales, como las brujas, que se dieron cuenta a la primera…

Seguía pensando en que debía hacer algo por Scarlett… y tenía una idea, pero primero haría una parada en el correo. Hace unos días ella había escrito a su abuela y a su madre, y él a Farkas y a Kendra. Suponía que alguno habría respondido.


Efectivamente había una carta para Scarlett de la abuelita enferma, y una para él que se veía claramente había sido escrita por Farkas. Guardó la carta de la abuela de Scarlett… en otro momento la hubiese leído, pero era mejor elegir sus batallas…

Leyó la carta de Farkas:


‘Erik, te necesitamos aquí cuanto antes. ¡Los hemos encontrado! Y, sí, estamos seguros’


Nuestro detective tuvo que respirar profundamente… ¡No podía ser! ¡No! No era la primera vez que Farkas decía que los habían encontrado. Sería falsa alarma, como siempre… Pero… ¿y si no?


Los recuerdos se acumularon en su cabeza… los gritos, la sangre… La sorpresa, la incredulidad… el dolor absoluto… Y el miedo… ese miedo que a día de hoy lo consumía. Kendra y Farkas habían convertido ese miedo en odio, pero él… él lo había convertido en aún más miedo… en pánico… en terror. Le había costado años admitirlo y ciertamente, a día de hoy, nunca le diría a Farkas, ni a nadie, que estaba asustado… que vivía mejor ignorando el recuerdo de lo ocurrido…


Nuevamente Scarlett apareció en su mente. Le preguntaba por el nombre de su aldea. ¡Por el plumbob! ¿Por qué le había contado lo de la aldea? Tenía que haberle dicho que era un premade o un sim hecho para el reto del vagabundo y que luego la Señora que nos controla había cambiado de opinión y lo había utilizado en esta partida… ¡Y maldito Farkas con su obsesión! ¡Estaba harto! ¡HARTO!

Arrugó la carta y maldijo nuevamente al ausente Farkas, y de paso a Kendra, ya que estamos. Mientras resoplaba vio a una chica… una chica de cabello negro y una venda en la mano. ¡Que le caiga un meteorito encima si no se trata de Stella de Cinder! La casualidad, la causalidad, el destino o la Señora que nos controla la había puesto allí…


Por supuesto, la siguió.

Stella entró a un callejón y le dio un abrazo a la sim que la esperaba. A Erik no le costó reconocerla: Orella de la Pasa, la chica que según el hada había bailado con el principejo en el famoso baile de máscaras de los reyes… Aunque… ¡Por el plumbob! ¡Qué imbécil era! Síofra nunca había dicho que Orella había bailado con el principejo… Es más, él no le había preguntado eso. Le había preguntado quién le había pedido que encantara las zapatillas… y esa chica no tenía por qué ser la misma que había bailado con el imbécil del príncipe…

Ambas susurraban y nuestro querido detective apenas podía escuchar una que otra palabra. Afinó el oído y trató de concentrarse. Recordó a Scarlett hablando con el sapo… ¡Scarlett, fuera! No es el momento…


Cerró los ojos…

«… Jerome teme que se lo digan a tu hermano», decía Stella a Orella


«Pero… pero ¿cómo? Si yo no dije nada… Si Parsimonio se entera… ya sabes cómo es. ¡Me muero!», respondió Orella


«Voy a arreglarlo…»


«No, Stella, no puedes. Te vas a meter en un problema… No tienen pruebas…»


«Eso no lo sabemos…»


«¡Ay, por la Señora que nos controla!». Orella estaba devastada

Erik no había escuchado el inicio de la conversación, pero sabía que hablaban de él. Parece que había surtido efecto el decirle a Jerome que sabía de su relación con Orella… ¿Pero en qué lío se metería Stella? Tenía que ser ella la chica del baile. Orella le había pedido ayuda a Síofra para su amiga… tenía que ser eso. Stella había bailado con el principejo, pero ¿por qué ocultar su identidad? Estaba invitada al baile y su madrastra le tenía un vestido…


«Me tengo que ir ya», dijo Orella. «Quedé con mis hermanos en ir a tomar el té a casa de Lord Macarrón. Pero, por favor, no hagas nada… déjame pensar algo. ¿Me lo prometes»


Stella suspiró. «Prometido», dijo finalmente

Erik se alejó. En teoría podía ir a los reyes y decirles quién era la chica del baile, pero, claro, sin pruebas no tenía sentido. Necesitaba una confesión o algo más… Igualmente no podía estar 100% seguro de que era Stella. Orella estaba deprimida y Stella se había ofrecido a ‘arreglarlo’. ¿Arreglar qué? ¿Qué él no le dijera nada al Marqués de la Pasa de la relación de su hermana con Jerome, el hermanastro de Stella? ¿Por qué Stella quería bailar con Harold? (en caso de que fuese ella) ¿Será que albergaba la esperanza de que él le pidiera matrimonio? No era raro que a hermano muerto (desaparecido en este caso), hermano puesto… Total, los compromisos y matrimonios eran una moneda de cambio para los ricos… pero es que Stella ya no tenía nada que ofrecer. Estaba en la ruina…


Por otro lado estaba el tema de la desaparición de William. Tenía varias pistas que seguir y sentía que no avanzaba con nada…

Scarlett se despertó con una idea muy clara: iba a escribir a su madre. Le diría que sabía que tenía sangre de hada y que por eso era que podían hablar con los animales. Sabía lo del hechizo para ocultar sus ojos. Le exigiría que le contara todo o nunca volvería a Glimmerbrook.

«¿Estás bien? Croaaaaack», le preguntó No sé, el sapo, nada más verla


«Perfectamente…»


«Croackkkkk, no te ofendas, pero diría que has tenido mejores días», soltó el sapo


Lo que le faltaba, ser juzgada por un sapo hipocondríaco.


«Diría que tú también, pero estas hecho polvo desde que te conozco. ¿Sigues lisiado?»


«¡Duele! ¡Es terrible! Nunca mejoraré», chilló


«¡Por el plumbob! Tendrás que seguir descansando», le dijo Scarlett


El sapo estaba perfectamente. Solamente era un exagerado… en fin. En un par de días lo llevaría de vuelta al estanque.

Lo primero que hizo fue escribirle una nota a Erik. Había decidido irse antes a la biblioteca, por lo que no estaría para comer. No tenía hambre y no veía sentido a quedarse en casa viendo al sapo. Escribiría la carta a su madre y la llevaría al correo inmediatamente.

Terminó de escribir la carta para Emma: tres páginas por ambas caras. Por supuesto, se aseguró de que cayeran un par de lágrimas en las partes más dolorosas, como el ser parte hada y el hechizo de sus ojos… Se sentía tan decepcionada y tan supremamente tonta. ¿Por qué nunca había tenido más curiosidad por saber lo de su don? Siempre lo había asumido como parte de ella. No lo cambiaría por nada, nunca, pero tal vez debió insistir a su madre… debió investigar por su cuenta… ¡Ay, Señora que nos controlas! Este debía ser uno de los peores sentimientos del mundo… el estar decepcionada contigo misma.

Después de dejar la carta a su madre en el correo nuestra querida Scarlett se fue a la biblioteca. Rodolfo estaba sentado frente a una pila enorme de libros.


«¡Buenas tardes, Rodolfo!», dijo tratando de mostrar su mejor sonrisa


«¡Querida, no grites! Anoche estuve en la despedida de soltera de mi amiga Amparo Remedios y me vine directo de la taberna a trabajar. Por cierto, juraría que te vi anoche en una de las tabernas… sí, sí. ¿Te has hecho algo en los ojos?»


¡Pero bueno! ¡Qué parlanchín estaba el bibliotecario! Uff, había notado lo de sus ojos… claro, ya no tenía el hechizo y todo el mundo podía verlos…


«Sí… tal vez era yo. Estabaaaa celebrando… el cumpleaños de mi sapo». ¿En serio había dicho eso? ¡Socorro!


«Eh… ¡Genial! No sabía que tenías mascotas… ¿Has dicho sapo, verdad? ¡Perdona! Es que tengo un dolor de cabeza…»


«Sí… ¿Esto es lo que hay que ordenar?», preguntó para desviar el tema y señaló la pila de libros. No estaba muy fina hoy


«Sí. Son los libros de la historia de los bugs, pero no han llegado todos, como me habían dicho. Si puedes empezar con ellos sería genial. Yo tengo que organizar el registro. Cualquier cosa que necesites estaré allí»

Scarlett fue organizando libro tras libro. Se sentía miserable. Sinceramente nunca en su vida había estado tan mal en una biblioteca. Este siempre había sido su lugar de paz, de alegría… su santuario. Era su espacio sagrado y ya ni eso… Respiró profundamente y colocó el libro de «La oscura historia del irreparable Escapada Gourmet» al lado de «La oscura historia de los maniquíes que crashean el juego» y «Nunca lavarás los platos en la cocina»


Tenía que distraer su mente en otra cosa… porque solo podía pensar en su madre y en el color de sus ojos… y en lo rara y normal que se sentía a la vez. Pensó en Erik… Sinceramente no sabía qué haría sin él en este momento… Tenía que decírselo. Siempre se estaba quejando y tal vez juzgándolo demasiado… aunque él tampoco era un santo. Guardaba secretos, pero estaba en todo su derecho…

A veces tenía la impresión de que él… la quería. Y la verdad es que se sentía muy rara… Le había costado admitirlo, pero esos celos que tenía de Odelgarde no podían ser por otra cosa… tal vez ella también lo quería… o tal vez era solo que estaba acostumbrada a él. Igualmente, se decía a sí misma que no sabía nada del amor. Su mayor ejemplo habían sido sus padres, luego el amor fantástico de los libros que había leído… y luego lo de Clara y el zapatero, que aún le parecía bastante increíble… Y tal vez podamos contar aquel beso que le dio Emérito Mangaslargas antes de irse a Al Simhara hace unos años…


Era el hijo del lavandero de Glimmerbrook, por lo que lo conocía de toda la vida. Un día el muchacho la esperó fuera de la biblioteca y, cuando ella salió, le dijo que se iba a trabajar a Al Simhara… y que no quería irse sin ‘hacer esto’. Dicho eso le plantó un beso y nuestra Scarlett se quedó paralizada… Le caía bien, pero nada más. El muchacho había salido corriendo y Scarlett no lo había vuelto a ver. El lavandero decía que su hijo le escribía todos los años y que estaba bien, que se había casado… En fin…


Siguió organizando los libros y sus pensamientos volvieron a sus ojos… a ser hada, pero los redirigió a lo de la chica del baile. ¿Sería de verdad Orella de la Pasa quien había bailado con el imbécil del príncipe? Pensó en William, el famoso príncipe perdido… en su supuesta amante, Amarantha, y en el brujo Morcant…

No tenían mucha información del famoso brujo y, según Erik, ni Úrsula ni Odelgarde habían ayudado mucho cuando les había preguntado. Pero sabían que Morcant había tenido una tienda que luego había cerrado. Scarlett sonrió. Tal vez se encontraba en el lugar perfecto para averiguar un poco más.


Rodolfo le había contado lo del registro de Windenburg y todo lo que se guardaba allí…

Scarlett terminó de organizar los libros y bajó en busca de Rodolfo. El pobre estaba en la habitación donde guardaban los famosos registros y, por su cara, no se encontraba bien.


«Rodolfo… ya terminé de organizar los libros. No sé si necesitas ayuda con algo más… Por lo que veo sí»


«¡Qué dolor de cabeza! No vuelvo a beber más. ¡Me muero, Scarlett!», dijo el hombre


«Ven, siéntate. La verdad sí que te veo hasta pálido», mintió ella

«¡Me muero!», repitió Rodolfo. Se notaba que tenía el moodlet de atontado


«¿Por qué no te tomas un descanso? Si me explicas me encargo de organizar lo del registro»


«No, no, estoy bien… puedo terminar»


«No lo sé ¿eh? En serio, te veo muy pálido y estás hasta mareado ¿verdad?», insistió Scarlett. Tenía que hacer que la dejara sola en el registro


«Es que tampoco me dio tiempo a comer nada. El día se me hace eterno», se lamentó el bibliotecario


«Ve a comer. Yo me encargo del registro», declaró ella


«¡No, no! Ya has terminado el trabajo. No podemos pagarte el tiempo extra…»


«Considéralo un favor», aseguró nuestra chica

Rodolfo dudó…


«¿Estás segura?», preguntó


Scarlett asintió y sonrió. El bibliotecario se veía aliviado. Le explicó qué era qué y donde iba cada cosa. Funcionaban por abreviaciones. Por ejemplo, si eran empresas debía mirar en la estantería que tenía EMPR y colocar los documentos, por número, dentro del último libro disponible. Luego le explicó el resto de códigos.


Nuestra chica le aseguró que todo entendido y un sonriente Rodolfo prometió volver en una hora.


Una hora. Scarlett tenía una hora para organizar todo y para buscar información sobre Morcant. Lo veía… posible…

Guardó rápidamente los documentos que había dejado Rodolfo. No fue nada complicado, puesto que todos eran sobre compañías de pesca. Empezó a buscar el negocio de Morcant en los documentos de ‘Empresas de magia’.

Scarlett buscó y rebuscó, pero vamos a hacer el cuento corto porque todos tenemos una vida y no vamos a ver a nuestra chica revisar libro tras libro.


Finalmente encontró ‘Magia Artilúgica’, una tienda registrada a nombre de Morcant Mandrake. Cerrada hace casi cinco años… ¿Cinco años? El mismo tiempo que tenía desaparecido el príncipe William. Pasó las páginas y vio el registro de empleados: Amarantha de Oasis Springs. Solo había trabajado allí el último año.


Scarlett sabía que los apellidos como el de esa chica significaban que no se sabía quiénes eran sus padres o que era bastarda. Se solía utilizar el ‘de’ seguido del lugar de nacimiento. Es decir, si nuestra Scarlett no supiera nada de sus padres su nombre sería Scarlett de Glimmerbrook.

Decidió buscar el expediente de Morcant y Amarantha. Tenía la vista cansada. La iluminación de la habitación era bastante mala y amarillenta… pero no podía parar ahora. Si lo hacía seguiría pensando en lo de sus ojos… y en su madre.


Encontró a última dirección registrada de Morcant y la apuntó. Seguramente Erik y ella le harían pronto una visita. Luego se dispuso a buscar a Amarantha, la supuesta amante del príncipe desaparecido…


Buscó en los registros de inmigración de Windenburg y finalmente encontró a la unidad doméstica ‘De Oasis Springs’. Estaba compuesta por Amarantha e Isabella, ambas con el mismo apellido genérico. Apuntó la dirección que aparecía… aunque le sonaba de algo. ¿Y quién rayos era Isabella? ¿Sería su madre? ¿Su hermana?


Iba a cerrar el libro cuando vio que había otro documento, como mal pegado a la hoja. Tenía escrito: «LP- 40-200, 5». Antes de irse, Rodolfo le había explicado cómo organizaban cada sección… por lo tanto sabía perfectamente el significado de LP…

Le temblaban las piernas, pero logró levantarse y se dirigió a la sección indicada… Encontró el libro 40, que era lo que significaba el código. Volvió a la mesa y buscó la página 200, sección 5…

LP era la sección de La Parca, básicamente el registro de fallecidos…


Se lo esperaba de alguna manera, pero no pudo evitar sorprenderse…


Amarantha estaba muerta.


Habían encontrado su cuerpo en el lago de Windslar hacía cinco años… El mismo tiempo que llevaba William, su supuesto amante, desaparecido, y casi, casi el mismo tiempo que llevaba cerrada la tienda de Morcant.


Leyó la nota de la causa de muerte: Ahogamiento. Marcas de quemaduras en el cuerpo. Se determina que fue un accidente con una hoguera y se lanzó al lago de Windslar para apagar las llamas, pero se ahogó.


¿Pero quién había sacado estas conclusiones?, se preguntó Scarlett.


Siguió leyendo y vio que el cuerpo había sido identificado y reclamado para sepultar por Isabella de Oasis Springs y Morcant Madrake.

Se quedó congelada. ¡Pobre Amarantha!


Se dio cuenta de algo más… el lago de Windslar era el que estaba cerca de la cabaña que les habían dado los reyes.

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