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Caperucita y el detective - Capítulo 33


La Duquesa trató de calmarse, pero los recuerdos seguían invadiendo su mente. Sentía las lágrimas recorrer su rostro y lo primero que pensó fue en aquel día en que Benji le había pedido verla con urgencia. Era la primera vez que lo veía tan roto, tan vulnerable… y tan a la luz del día.

Llegó llorando y gritando de furia. Isabella no entendía qué le pasaba y simplemente trató de consolarlo. Lo único que se le ocurría era que se había muerto alguien…

Pero finalmente Benji pudo articular palabra y solo decía: «Nunca seré suficiente. Nunca seré suficiente para ellos»


«¿De quién hablas, Benji? ¿Qué está pasando?»


El Príncipe procedió a contarle entre lágrimas, y a veces gritos, que había escuchado a sus padres hablar con su hermano para proponerle que fuera él el heredero al trono.

«He sacrificado mi vida entera por ellos, por esa famosa herencia que nunca pedí. Me he pasado la vida complaciéndolos. ¡Siempre con protocolos, sonriendo como una estatua en eventos estúpidos! ¡Saludando como un mono de circo! Días y noches enteras rodeado de tutores y de gente diciéndome lo que me tiene que gustar, cómo sonreír, cómo parpadear…»

La rabia se apoderó completamente del Príncipe. Isabella no pudo hacer nada por él, solo dejarlo hablar…


«¿Y para qué? ¡Para nada! Para que me digan constantemente ‘Sonríe más, William. No se ha muerto nadie’. ‘Siempre tan callado’. ‘Todo el día jugando ajedrez…’. ‘¿Te vas de cacería otra vez?’. ¡Maldita sea! Me voy de cacería porque voy a perder la cabeza. Toda la vida encerrado en la promesa de ser el Rey… mientras Harold vive borracho, de fiesta en fiesta, cantando tan feliz, haciendo lo que le da la gana. A él nadie le pregunta por qué habla tanto, ni por qué se ríe de todo, ni por qué toca el órgano el día entero, ni por qué se levanta a las tres de la tarde, ni por qué bebe tanto. Es un absoluto desastre y ellos quieren que ÉL sea el Rey. ¡ÉL!»

«Nada de lo que hago es suficiente ante sus ojos, pero Harold solo existe y ya es perfecto para sustituirme. ¿Es eso lo que realmente quieren? ¿Un Rey borracho que se agobia cuando le toca sumar dos cifras? ¡Pues que les vaya bien! ‘William, tienes que ser más cercano a la gente. Eres demasiado serio. Tienen una percepción muy agria de ti’… Dos semanas dejé de dormir desde que me dijeron eso… ¡Dos semanas! ¿Qué hay de malo en mí? ¡Ya no puedo aparentar más algo que no soy! Pero al final todo es eso, apariencias… La gente quiere a un Príncipe borracho, que se parezca a ellos…»

El Príncipe se derrumbó en lágrimas y ella lo abrazó. Isabella entendía perfectamente lo que sentía. Ella misma se había pasado gran parte de su vida a la sombra de Amarantha, quien siempre destacaba por su grandiosos poderes mágicos… mientras que ella no podía ni generar una mínima chispa para un infernum. Amarantha amaba la atención, aunque disimulaba… y ahora que el brujo ese la estaba entrenando se pasaba el día haciendo magia por cualquier tontería.


«No hay nada malo en ti, Benji. ¿Tu hermano está de acuerdo con tus padres?»


«No…», logró decir entre lágrimas. «Dijo que… que no aceptaría eso jamás»


«Pues entonces no tienes de qué preocuparte…»


«Lo dirá por hacerse el niño bueno, como siempre. Sabe perfectamente que sería un rey incapaz, pero quiere que le rueguen. Yo no voy a resistirme. Que lo nombren heredero si quieren, ya veremos cómo resulta y cuánto tardan en arrepentirse…»

Él la besó desesperadamente y se la llevó al arbusto, pero Isabella no dejaba de pensar en qué pasaría si dejaba de ser el heredero… Aunque algo le decía que aunque Benji dijera lo contrario, jamás permitiría que su hermano ocupara el trono.

Afortunadamente para Isabella, y para Benji, los Reyes no insistieron más en el cambio de heredero, aunque el Príncipe sospechaba que se traían algo entre manos. Isabella, que cada día mejoraba más en sus pociones, ofreció a Benji su poción ‘especial’ (aunque aún la estaba perfeccionando). Él no vio necesidad, pero le aseguró que en cualquier momento podría pedírsela.

La mudanza a la casa nueva había sido una bendición para ambas hermanas. Las dos tenían el espacio para practicar magia y por fin vivían en un sitio decente. Amarantha tenía una pequeña biblioteca para estudiar hechizos e Isabella por fin tenía un lugar para poner su caldero.


Todos los meses Amarantha le daba parte de su salario a Isabella para que fuera pagando la supuesta deuda con su jefa. Por supuesto, la futura Duquesa se guardaba ese dinero. No iba a desperdiciarlo, más bien lo tendría como un ‘por si acaso’.

Amarantha se pasaba los días practicando magia de manera un tanto obsesiva. Según Isabella su vida consistía únicamente en trabajar y estudiar magia sin descanso. Era como si le echaba en cara todos los días sus maravillosos poderes activos. Eso sí, no se acercaba jamás a un caldero. Era poco útil con las pociones y eso llenaba de alegría a Isabella… Se preguntaba quién sería más poderosa… ¿ella con sus pociones que mejoraban más cada día o Amarantha que vivía siempre en riesgo de una sobrecarga mágica?

Pasaron varias semanas e Isabella se dio cuenta de que Amarantha tenía muchos días llegando tarde a casa. Se iba nada más salir el sol y volvía en plena y absoluta oscuridad. La veía distraída, pero feliz y algo cantarina. Se preguntó si estaría enamorada. Sospechó del brujo con el que trabajaba… pasaban tanto tiempo juntos que tal vez…


Ella tampoco le había contado nada de Benji, y menos ahora que sabía que era un Príncipe… Todo a su debido tiempo. ¿Quién sabe? Si las cosas iban bien definitivamente Amarantha se enteraría…

Pero la realidad era que Benji ya casi no quedaba con ella. Siempre estaba ocupado. Esto preocupó mucho a Isabella. Echaba de menos el ñiqui ñiqueo y todas las posibilidades que podrían existir con Benji, pero no tanto a él. ¿Lo quería? Sí, en cierta forma.

Días después Isabella coincidió con Amarantha durante el desayuno.


«Ya nunca te veo. Me tienes totalmente olvidada», le dijo


«Sí, estoy un poco ocupada… pero hoy no. Morcant está resfriado, así que tengo el día libre. Supongo que tú sí tienes que trabajar, pero puedo ir a recogerte cuando salgas y paseamos un rato»


«Tengo todo el tiempo del mundo para ti», aclaró. No le importaba llegar tarde. Si su jefa se quejaba, se inventaría una excusa y le daría alguna poción para que la dejara en paz

«Creo que tienes algo que contarme ¿verdad?», le dijo a su hermana. «¿Has conocido a alguien, cierto?»


Amarantha se ruborizó. Isabella sabía que tenía muchos problemas de autoestima… podría ser muy poderosa, pero esa cara no despertaba pasiones.

«Bueno… sí…», dijo avergonzada


«¿Es un hechicero, verdad? ¿Estás saliendo con tu jefe, sinvergüenza?», preguntó en tono jocoso


«¡¿QUÉ?! ¡Pero si Morcant es como un padre! ¡No, no! Es un muchacho que conocí en el bosque…»

Amarantha procedió a contarle que había ido al bosque a alimentar a una plantavaca que vivía cerca del lago. Al regresar se topó con un chico que era cazador. Fue muy amable con ella y la acompañó hasta el pueblo. A los pocos días volvió a encontrarlo en el bosque y se pusieron a hablar…


Al principio solo conversaban de la vida, del mundo. Se reía mucho con él. Según ella era muy serio, pero a la vez tenía un sentido del humor increíble. Un día él la besó… y bueno, una cosa llevó a la otra…


Isabella sonrió… ¿un cazador?


«¿Y cómo se llama?», le preguntó a su hermana, aunque su instinto le decía la respuesta


«Benji. Trabaja como cazador para los Reyes»

A Isabella se le congeló el cuerpo entero, pero logró mantener la sonrisa. Sin embargo, su hermana la notó rara.


«¿Estás bien?»


«¡Claro! Me… me preguntaba si le has contado que eres una bruja», soltó para desviar la atención de sí misma. Tenía el puño apretado y las uñas clavadas en la palma de la mano


«Eso no… sabe que soy asistente de un brujo, así que no creo que se sorprenda cuando se lo cuente, si es que se lo cuento. Incluso el otro día vino a verme de sorpresa. Me trajo chocolates. Menos mal que Morcant estaba ocupado con una clienta. No quiero que piense que descuido mi trabajo»


«Me alegra que sea tan detallista», logró decir

Esa noche mientras Amarantha disfrutaba con su querido Benji, Isabella se lamentaba…


¡Era supremamente tonta! Había albergado la esperanza de que él… ¡No! Es que no podía ni decirlo. ¡Era vergonzoso! Él sabía que ella tenía una hermana, pero nunca le había dicho su nombre ni lo que hacía…


¿Será que había descubierto que era su hermana? ¿Lo estaría haciendo a propósito para herirla? ¿Pero por qué?


Mira que engañarla a ella con Amarantha… ¡Con Amarantha, nada más y nada menos! Con ese pelo horrible y esa piel llena de pecas. Esa cara rara y esos ojos saltones que daban miedo… ¿Qué tenía Amarantha que ella no? ¿Cómo había podido Benji dejarla de lado por esa chica tan fea?

La Duquesa se preguntó a sí misma cómo había podido ser tan insegura, tan cruel. Pudo haberle contado la verdad a Amarantha en ese momento… tal vez ella estaría aquí… pero eso podría significar que seguirían juntas en aquella casa, pobres y con un futuro incierto.


¿Cambiaría todo lo que tenía en la actualidad si eso significara el regreso de su hermana?

Días después, Benji le pidió que se vieran. Venía con la cara triste y estaba especialmente amable con ella. Le dijo lo muchísimo que la había extrañado durante estos días… Había estado ausente porque… pues porque…


Isabella calló. ¿Le diría que había conocido a otra chica? ¿Tendría el valor de decírselo? ¿Qué más daba? Ella no se iba a callar nada.

Pero el adorable Príncipe heredero no le habló de Amarantha. Le habló de sus padres y cómo estos habían arreglado un compromiso para él con una Baronesa. Esta noticia terminaba de enterrar cualquier esperanza…


«Si cuento con los dedos de una mano las veces que he hablado con ella me sobran dedos… Tengo que hacer el ridículo con esa muchacha y hacer prácticamente un desfile hasta la iglesia…», le contó entre apenado y furioso


«¡Vaya! ¡Qué pena! Por mí no te preocupes, Benji, que supongo que no lo haces pero bueno…»


«¿Pero qué llamacornios estás diciendo…?»


«La pregunta es… ¿cómo le vas a contar eso a Amarantha?»

El Príncipe se congeló en el sitio. Su cara de imbécil se quedaría grabada en la memoria de Isabella por el resto de su vida.


«¿Amarantha? ¿Tu amiga pelirroja? Supongo que tendrás demasiadas chicas para acordarte, pero bueno… ojos azules, pecosa… prácticamente MI HERMANA», soltó Isabella con el tono más calmado posible


Silencio…

«¿Qué? ¿Te comió la lengua el Freezer Bunny? ¿O es que me vas a negar tu aventura con Amarantha? ¿No sabías que era mi hermana, verdad? Estoy segura que ni te acordabas que te había contado que tenía una hermana…»


«No… no lo sabía…», admitió finalmente. «Igualmente tú y yo… tú y yo no somos nada… ¿qué… qué más da?»


«¿Qué más da? ¡¿QUÉ MÁS DA?! ¡QUE ES MI HERMANA, PEDAZO DE BASURA!», gritó

«¡Y YO QUÉ IBA A SABER! ¡No me vengas con celos, Isabella!»


«¿Pero tú eres imbécil o qué…?»


«Sabes muy bien que lo nuestro es solo diversión. Yo a ti no te pregunto nada. Si estás con el panadero, el herrero, el cojo del pueblo a mí me da igual…»


«¿Sí? ¿Y cómo reaccionarías si también estuviera con tu hermano, tan querido él?», chilló Isabella indignada


Él sonrió con malicia.


«No sé qué quieres que te diga. Si lo que quieres es una excusa, no la tengo… Me gusta Amarantha… Si hubiese sabido que era tu hermana no me hubiese acercado, eso seguro», soltó el Príncipe con rabia

«No eres más que un mentiroso. Supongo que tendrás a un montón de chicas engañadas con tu fachada de ‘Benji, el cazador’…»


«A ti poco te importa que yo esté con otras, lo que pasa es que le tienes unos celos increíbles a tu hermana. Dices que no recordaba que tenías una hermana, pero sí lo recuerdo… Solo que no sabía que era Amarantha… Error mío. Igualmente eso no tiene que cambiar nada entre tú y yo…»


Isabella logró sonreír en medio de la furia que sentía.


«¿Y cómo crees que va a reaccionar cuando se entere de todo?», preguntó con el tono más dulce que pudo


«¿Qué intentas? ¿Amenazarme? Yo mismo se lo voy a contar»


«No, no lo harás porque eres un cobarde, Benji. Sé perfectamente que no le dirás nada, pero no te preocupes porque yo tampoco. No pienso herirla»

«Si realmente te importara tres llamacornios ya se lo habrías contado», replicó él. «Tú y yo somos bastante parecidos. Sincérate… Lo que pasa es que en el fondo de tu pequeño cerebrito albergabas la esperanza de que yo te convirtiera en mi Reina ¿cierto? De que desafiara todo por ti… Y eso no va a ocurrir jamás… podrías ser una amante real, eso sí. Amarantha, por supuesto, sería la hechicera de la corte. ¿Qué te parece?»


El Príncipe se rio a carcajadas.


Ese sentimiento de insuficiencia que la había acompañado toda la vida volvió a apoderarse de ella. Sí, ambos eran parecidos. Lo miró muy seria y le dijo:


«Y luego preguntas por qué tus padres prefieren a tu hermano, el borracho, como heredero»


«Deberías cuidar tus palabras, considerando todo lo que he hecho por ti…», respondió él

«¿O qué? No tienes ningún poder sobre mí. Tu superioridad es ilusoria. Al final del día eres solo un niño llorón, privilegiado, inmaduro y desesperado por algo de amor y aceptación… y eso no lo va a cambiar ninguna corona»


Nada más decir eso se vio en la guillotina, pero el Príncipe no dijo nada y tuvo la decencia de mostrarse avergonzado por primera vez.


«Piensa lo que quieras. Lo nuestro no tiene por qué cambiar… Es tu elección. Igual voy a dejar a Amarantha», dijo finalmente

«Sí, claro…»


«Lo haré», repitió él


«Lo creeré cuando lo vea», respondió ella y se marchó


Lo que más rabia le daba de todo es que él tenía razón. Ella sí que había albergado la esperanza de que estuviesen juntos… de ser Reina. Sabía que era absurdo, imposible, ridículo… pero la mente vuela y todos somos libres de vivir de ilusiones. ¿No?

Los días pasaron y Amarantha seguía ilusionadísima con el famoso Benji. A Isabella no le sorprendió para nada… Era un imbécil y un mentiroso. No iba a romper con Amarantha… al menos no ahora. Estaba segura de que estaba dando largas al asunto para hacerla sufrir…


Pero pronto el cazador se convertiría en la presa..


Llegó el día en que el heredero al trono, William de Windenburg, y la futura Baronesa de Cinder, harían su recorrido hasta la Iglesia de La Señora que Nos Controla para bendecir su compromiso. Amarantha estaba practicando magia, como siempre, cuando Isabella le pidió que la acompañara.

A la bruja no le gustaban las aglomeraciones y el interés que tenía en la realeza caía en números negativos, pero Isabella insistió tanto que finalmente Amarantha aceptó. «Solo un rato», le dijo.

Llegaron al centro del pueblo y era prácticamente imposible ver algo debido a la cantidad de gente, pero Isabella buscó atajos hasta que por fin dio con uno bastante cercano a la iglesia. El Príncipe y la Baronesa se acercaban y podrían verlos finalmente…

«¡Mira, ahí vienen!», exclamó Isabella con toda la alegría que pudo fingir

Benji y la famosa Baronesa seguían su recorrido a la iglesia en aparente felicidad, sonrisas y saludos. La gente gritaba, aplaudía y aclamaba…


«Pan y circo», pensó Isabella y echó una mirada rápida a Amarantha

Estaba clarísimo que Amarantha había visto y reconocido a Benji. Tenía los ojos llenos de lágrimas y una expresión de sorpresa que casi hizo reír a Isabella. Pero en lugar de preguntarle qué le pasaba fingió que no la había visto y se enfocó en la prometida del Príncipe.

«¿Has visto a la chica?», soltó Isabella. «¡Es preciosa! ¡Qué elegancia! ¡Qué vestido más bonito! Y ese peinado… Ojalá yo pudiera peinarme así. Y el Príncipe no se queda atrás… es muy guapo también. ¿No?… ¡Amarantha! ¿Qué…?»

Amarantha salió corriendo del lugar. Isabella sonrió para sí misma… Había salido todo muy bien.


«Prepárate, Benji», pensó y se fue detrás de su hermana

La Duquesa trató de limpiarse las lágrimas, pero fue inútil. No podía dejar de llorar. Estaba asqueada consigo misma…


Lo había hecho todo mal… ¡Todo!

Encontró a Amarantha en casa, llorando junto a la ventana. Sabía lo que sentía, pero tenía que seguir haciéndose la tonta.


Se acercó a ella con su mejor cara de confusión. Por supuesto Amarantha le contó todo.

La pobre no paraba de llorar mientras le contaba todo a Isabella. ¡Benji era el Príncipe! El mismísimo Príncipe. Le había mentido todo ese tiempo con aquel cuento de que era un cazador…

Isabella hizo uso de su habilidad de actuación para mostrarse incrédula, sorprendida, indignada, furiosa y triste. Le dijo a Amarantha que tal vez estaba confundida… que el Príncipe tenía un gemelo, que tal vez el mentiroso era el gemelo…


Pero Amarantha no era tonta y le había dicho que no, que ese tan elegante y que iba tan feliz al lado de esa chica era Benji.


Una furiosa e indignada Isabella procedió a decirle que debía vengarse, que no podía dejarlo pasar. Que él fuera un Príncipe no le daba derecho a jugar con los sentimientos de nadie.


«¡Maldícelo!», le dijo. «¡Qué pague lo que ha hecho»

«¿Pero qué dices? ¿Qué podría hacer yo?», se lamentó Amarantha


«¿Qué podrías hacer? ¡Tienes magia! Elimínale la opción de ñiqui ñiqui. A ver qué tan buen Rey resulta si no puede producir herederos. Lánzale una maldición para que no pueda dormir nunca más y siempre tenga la barra de energía baja… No sé… haz que renuncie al trono», la incitó a Isabella

«Ya para, por favor», rogó Amarantha. «Necesito estar sola»


Dicho esto se encerró en el pequeño cuarto que había debajo de la escalera.

Isabella no podía creerlo. ¿Qué le pasaba a su hermana? No era para nada la reacción que se esperaba. Amarantha era tranquila, calmada, pero tenía una fuerza y una rabia interna que podía destruir cualquier cosa. Eso la hacía impulsiva a veces…


¿Por qué no había hecho nada? Con todo el poder que tenía podía destruir a Benji y no había movido un dedo. ¿Estaría tan triste que ni eso podía hacer?

Pasaron los días y Amarantha estaba cada vez más aislada y silenciosa. Llegaba del trabajo y se encerraba a practicar magia. Al parecer Benji no recibiría su merecido y eso tenía a Isabella de mal humor, pero por otro lado estaba alegre porque la poción especial estaba funcionando mejor que nunca.


Gracias a eso controlaba a su querida jefa: le había dado un bono y las tardes libres esa semana. La mujer quedaba tan confundida que ya casi ni le gritaba. Pasaba el día como zombie y con sudores fríos… Isabella llegó a pensar que la poción estaba generando adicción en la mujer. ¡Interesante!

Una tarde de esas el famoso ‘Benji’ le envió una nota: quería verla esa noche en el bosque. Ella respondió que si quería hablar con ella tendría que ser a plena luz del día, en las ruinas de Windenburg, que era un lugar más o menos discreto.


No sabía qué quería, pero lo vio llegar y por su cara supo que no venía de risitas. ¿Habría hecho algo Amarantha sin decirle?

Se acercó a ella y el corazón le dio un vuelco. No podía evitarlo… lo echaba tanto de menos…


«Benji, dichosos los ojos que te ven», le dijo


«No estoy para tus tonterías. Necesito la poción», exigió


«¿Qué poción?», preguntó haciéndose la tonta

«Sabes muy bien a lo que me refiero. La necesito», repitió impaciente


«¿Y yo qué gano?», dijo ella con una risita desafiante


«¿Mantener tu cabeza fuera de la picota te parece suficiente?»

«La verdad no. Tengo mucho que ganar y poco que perder. ¿Para qué quieres la poción? Por cierto, ¿qué tal tu prometida? Vienes aquí con esa cara de ajo seco y ni saludas ni cuentas nada…»


El Príncipe suspiró y se le escapó una sonrisa.


«Te echaba de menos», le dijo


«¡Claramente! ¿Para qué quieres la poción?», repitió

«Para dársela a mi hermano. Necesito que se largue de aquí un tiempo. Algo se trae entre manos con mis padres… Tengo que hacer que quiera irse…», chilló el Príncipe


«Entonces peligra de nuevo tu ascenso al trono. ¿Ya no te da por llorar?», soltó ella burlona


Él no dijo nada, pero la miró entre divertido y con rabia.


«La poción ha mejorado mucho desde la última vez que te hablé de ella. Es muchísimo más efectiva. ¿Qué gano si te la doy?», preguntó seria

«¿Qué quieres?», dijo resignado pero con obvia amargura


Tal vez era porque lo extrañaba, porque ella nunca le había mentido o simplemente porque vio una oportunidad, pero fue totalmente sincera:


«Quiero ser como ella… Como esa chica con la que te vas a casar. Quiero ser elegante, hermosa, quiero tener todo lo que se me antoje… Y no quiero ser la amante ni el segundo plato»


«No tienes nada que envidiarle. Tú ya eres hermosa y elegante. Yo no puedo estar contigo formalmente. Lo sabes», aclaró él


«¿No puedes o no quieres? Pero da igual, no tienes que ser tú… Tal vez alguien más de la realeza o de la nobleza esté en la búsqueda de una esposa…»


Benji rio.


«Veré qué puedo hacer… probablemente requiera de tu magia», le dijo


«Bien. Te veo esta noche en el bosque… para darte la poción, claro»


Esa noche, después de recoger la poción en casa, Isabella se puso en marcha al bosque. Estaba deseando volverlo a ver. ¿Cumpliría su promesa? ¿Habría alguna manera de que ella pudiera ser alguien importante?

Antes de entrar al bosque escuchó su voz. «Isabella», la llamó. Le gustaba como sonaba su nombre cuando él lo decía. Se giró hacia él y vio señales de aquel Benji que había conocido al inicio. El Benji dulce, amoroso, el que supuestamente la quería.

Había bebido, pero no parecía borracho. Su mirada era triste…


«Perdóname», le dijo. «Sé que no me vas a creer, pero me importas y quiero que seas feliz. Lo he hecho todo mal contigo y con Amarantha»

Se sentaron en la hierba y Benji tomó su mano y puso una pequeña bolsa de tela en ella.


«¿Qué es esto?»


«Es pelo del Duque de Chickenlorn. Es un viejo borracho y fiestero… muy al estilo de Harold. No se ha casado nunca, por lo que no tiene herederos directos. No creo que La Parca tarde en visitarlo. Podrás encontrarlo en cualquier taberna por la montaña de Windslar, literalmente cualquier día. Vengo de allí. Se quedó dormido de lo borracho que estaba… No creo que se dé cuenta de su nuevo corte de cabello hasta dentro de un tiempo. Pensé que con esto y con tu poción… bien podrías lograr algo…»

I

sabella se quedó sorprendida. Era una idea tan ridícula… ¿Qué tan borracho estaba realmente?


«¿Y cómo sé que es de verdad el pelo del Duque y no de un borracho cualquiera?», preguntó muy seria

«¿Para qué voy a darte el pelo de un borracho cualquiera? Piénsalo. Te casas con él, quien es conocido por hacer lo que le da la gana, así que dudo que haya demasiada sorpresa. Serás la Duquesa de Chickenlorn… En un tiempo el viejo se muere, aunque antes deberías asegurarte de tener un heredero. Ya veremos cómo deshacernos de Stella, la Baronesa. De todas formas no tiene interés en mí ni yo en ella… Tú, una Duquesa viuda, elegante, madre del futuro Duque… Yo, el Rey. No habrá nada que lo impida. No de esa manera»


Isabella se quedó boquiabierta. Este hombre deliraba.


«Benji, has bebido demasiado. No hay razón para hacer todo eso. Si quieres estar conmigo simplemente díselo a tus padres. No tienes que casarte con esa tal Stella», dijo ella inocentemente


«Ellos jamás te aceptarían… No así. Y lo usarían de excusa para que Harold heredara sí o sí. Estoy seguro de que le siguen insistiendo. Está muy raro últimamente. Necesito que desaparezca un tiempo…», explicó

Isabella creía que se le iba a salir el corazón. ¿De verdad quería estar con ella, aunque fuera de la manera más rebuscada de la vida? ¿Era el alcohol quien hablaba?

«Y sobre Amarantha… Lo siento mucho. No lo planee… Estaba asustado, nervioso. Me paso la vida pensando en ti. ¿Cómo puedes tener tanto control sobre mí? ¡Me enfurecía sentirme así! Cuando la conocí pensé que podría dejarte de lado, que podría sacarte de mi mente… que ya no tendrías poder sobre mí, pero no fue así…»


«Por favor, Benji… ¿Qué has bebido? Tú mismo dijiste que lo nuestro era solo diversión»


«Solo una cerveza… y dije eso porque quería quitarle importancia…»


«Estás diciendo locuras…»


«No. Solo digo la verdad… Supongo que lo sabrás, pero no he hablado con Amarantha… He intentado buscarla, contarle quién soy… pedirle perdón, pero no responde a mis cartas. ¿Le has contado todo, verdad?», dijo él apenado


«No. Te vio en el desfile que hiciste junto a tu prometida, cuando ibas a la iglesia… No tuve corazón para decirle nada. Pasó unos días muy triste, pero ya está de vuelta con su magia y sus cosas…»

«¿Pero qué hacía ella en el desfile? No le interesan esas cosas… ¡En fin! Es todo culpa mía. Igual quisiera hablar con ella…»


«¿Vas a contarle todo? ¿De nosotros?», dijo preocupada


«No. Sería peor. Voy a pedirle perdón…»

Se abrazaron. Isabella aún no sabía qué pensar, pero si este plan absurdo salía bien todo su mundo sería muy diferente. La cosa es qué pasaría con Amarantha ¿La odiaría para siempre? ¿Y qué harían con la tal Stella? Siempre podrían divorciarse si no producían herederos… Tal vez una poción que la hiciera estéril sería un buen truco…


Y allí, abrazada a él, procedió a contarle cómo usar la poción.

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2 Comments


María Castro
María Castro
Mar 15, 2023

Woowww! Es tremendo todo el trasfondo de la historia. Quiero más!!! 😍

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simmersomar
simmersomar
Mar 15, 2023
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¡Muchísimas gracias! Me alegra tanto que te esté gustando ❤️

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