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Caperucita y el detective - Capítulo 39

Como sabemos, una de las características de esta historia es que tiene ínfulas de medieval, peeeeeero también tiende a dársela de misteriosa a pesar de sus múltiples obviedades. Con esto en mente, por ahora, no continuaremos donde lo dejamos en el capítulo anterior, sino que iremos un poco más atrás…


¿Recuerdas cuando Erik le dijo a Scarlett ‘Hay algo que debes saber’? Pues allí retomaremos todo, pero ojo… hoy también haremos flashbacks… Nuestras ínfulas de modernismo también crecen…

«Escúchame hasta el final y luego te enfadas… si quieres», le dijo Erik


Scarlett alzó una ceja, pero no dijo nada…


«¿Recuerdas el día siguiente al que Stella nos contara sobre su relación con Harold y que ella era la chica de la zapatilla?», empezó el melenudo


Por supuesto que lo recordaba, era el día en el que se habían besado por primera vez.

Asintió.


«¿Recuerdas que fui a buscar a Morcant a la dirección que teníamos y luego fui a la antigua casa de Isabella?»


«Sí, y yo estaba con ella sin saberlo… Fue el día que conocí a Lulu»


«Pues antes de buscar a Morcant decidí ir al castillo… y le conté todo lo que nos había dicho Stella a los reyes…», dijo él un poco nervioso

«Y decidiste no decirme nada…», soltó ella decepcionada


«Porque sabía que querías esperar a que Stella quisiera contárselo a los reyes por sí misma. No quería que te enfadaras… Pero decidí que no valía la pena esperar»


«Así que se lo contaste a mis espaldas»


Erik asintió.

«Reflexioné mucho sobre lo que tenía que hacer. Inicialmente pensé que los reyes me llamarían loco, pero recordé dos cosas: una, que realmente no tienen ninguna razón para desconfiar de la palabra de Stella y, dos, que serán reyes y lo que quieras… pero son padres…», explicó Erik


«Y los padres, se supone, conocen a sus hijos…», añadió Scarlett


«Esa era mi esperanza…»


«¿Qué pasó exactamente?», preguntó nuestra chica un poco seria

«Les dije que probablemente no iban a creerme y que de primeras iba a parecer una locura, pero que debían escucharme con atención. Les recordé que yo tampoco ganaba nada mintiendo, sino que más bien perdía…»

«Les conté cada detalle de lo que había dicho Stella más todo lo que habíamos investigado tú y yo, y que habías descubierto la aventura del supuesto Harold con la Duquesa de Chickenlorn. La Reina estaba estupefacta, pero su sorpresa dio paso a la rabia…»

«El Rey estaba destrozado. Se echó a llorar al instante y por un momento pensé que se caería al suelo», contó Erik apenado. «Por la cara de la Reina llegué a pensar que en cualquier momento llamarían a los guardias para que me encerraran en el calabozo»

«Pero para mi sorpresa, lo de que Harold no era Harold era algo que sospechaban… al menos la Reina»


«Tenías razón», soltó el Rey entre lágrimas


«Te dije que su actitud era demasiado parecida a William. ¡Te lo dije!», chilló la Reina

«¿Cómo iba a dudar de mi propio hijo? Sabes que a Harold siempre le gustó imitar a William… La ropa, el ajedrez… Siempre quería hacer lo que él hacía… Pensé que era su forma de tenerle cerca…», explicó el Rey triste

«¡POR ESO SE FUE DURANTE TANTO TIEMPO! ¡PARA DESPISTARNOS!», gritaba la Reina


«Pero Harold nos había dicho que quería viajar, que quería irse un tiempo. ¿Lo recuerdas?»


«¡CLARO QUE SÍ! ¡Le vino como anillo al dedo a William!»

«Me quedé sorprendido con eso que había dicho el Rey. ¿Por qué Harold iba a querer irse? ¿Por el compromiso de William con Stella? No tenía sentido… se suponía que Harold le contaría todo a William. Eso mismo dije a los Reyes, pero no teníamos, ni tenemos, explicación para muchas cosas…»

«¿Cree, usted, señor Longcrow, que William le hizo algo a Harold? ¿Está detrás de todo esto?»


«No lo sé aún, pero tampoco puedo descartarlo…», respondí

«La Reina se giró hacia mí. Temblaba de la furia y a la vez reprimía las lágrimas»


«¿Qué hacemos ahora, señor Longcrow?»


«Seguirle el juego. Tenemos que descubrir más sobre él, su rutina, su día a día, sus encuentros con la Duquesa. Necesito saber qué hace, adónde va y con quién. No sabemos qué tan peligroso es… o si realmente lo es»

«Lord Macarrón podrá ayudarnos. Ha hecho varios trabajos para nosotros…», me dijo la Reina. «Nos encargaremos de todo, señor Longcrow»

«Me acerqué a ella y se echó a llorar. Aún no sé si eran lágrimas de rabia, de tristeza o ambas, pero sinceramente no me gustaría estar en su lugar»

«Hablamos un rato más sobre el comportamiento del principejo y lo que decía tener planeado para los siguientes días. Sus salidas de cacería eran intocables y llenas de testigos… y una oportunidad para el viejo truco de toda la vida: registrar sus reales aposentos»

«Por ahora es todo lo que saben. Antes de que lo digas, no, no les he contado nada sobre Amarantha y efectivamente aún no saben que hemos encontrado a Harold. Tenemos que decirles ya»

Scarlett lo miró por lo que pareció una eternidad.


«Hiciste bien», dijo finalmente. «Bueno… básicamente porque salió bien. Si te hubieran lanzado al calabozo…»

«Ya me habrías rescatado. No tengo dudas», dijo Erik con su típica sonrisa. «¿Estás enfadada?»

«No», respondió ella para sorpresa del melenudo. «Estoy un poco decepcionada, pero en verdad creo que tenemos un problema de comunicación y de asumir cosas. Tú no me dijiste que habías hablado con los Reyes porque sabías que yo prefería esperar a Stella y porque no querías que me enfadara, pero igualmente me lo ibas a contar… Y yo no te dije que había pedido ayuda a Síofra cuando fui a ver a la Duquesa porque sé que no confías en ella y no quería que te preocuparas más por mí, pero igualmente iba a contártelo…»


«Y no te olvides de que hiciste un acuerdo con ella», soltó el melenudo


«Ese no es el punto, Erik»


«Lo sé. Y tienes razón… en todo»

Se levantaron de la mesa y Scarlett sostuvo sus manos.


«¿No más secretos?», preguntó y le miró con esos ojos morados tan brillantes

Erik sintió un dolor en el pecho. Tenía que decírselo… Tenía que hacerlo, pero no era el momento… Nunca era el momento…


«No más secretos», confirmó

Scarlett rio y dijo:


«No te has dado cuenta…»


Erik, que se creía a sí mismo muy perceptivo y detallista, sonrió. No entendía a qué se refería…


Scarlett parpadeó varias veces…


«¡Mis ojos! ¿No me digas que no han cambiado aún?»


Erik fue rápido. Sabía que había ido a ver a Odelgarde…


«¿Le has pedido a Odelgarde que… cambie tus ojos?»

«Volverán a ser negros de cara al resto…», dijo un poco nerviosa


«Una pena… con lo hermosos que son»


«Lo prefiero así, por ahora»

Finalmente, se dirigieron al castillo lo más rápido que pudieron.

En cuanto Lady Constance avisó a los Reyes de la presencia del Señor y la Señora Longcrow, estos salieron a recibirlos.

Erik y Scarlett contaron todo a los monarcas. Desde la existencia de Amarantha y su relación con William e Isabella, hasta el encuentro fantasmal que tuvieron con ella. Scarlett no lo vio venir, pero Erik logró inventar toda una historia para explicar los descubrimientos que ella había hecho sin mencionar una sola vez que hablaba con animales, y por su puesto dándole todo el crédito.


Y eso le derritió el corazón.

Lo más duro fue explicar que habían encontrado a Harold y el estado actual en el que se encontraba. El Rey se puso tan pálido que parecía a punto de desmayarse. La Reina no movía un solo músculo.


El detective les aseguró que estaba a salvo en la cabaña y que Stella estaba cuidando de él. Aún no querían moverlo, pero habían decidido no esperar más para contarlo.

La Reina se desmoronó totalmente. Había pasado su vida entera siendo fuerte, resistente. Era ella la que nunca colapsaba, la que siempre prevalecía…


Nadie le había preparado para el dolor que había sentido durante años cuando creyó haber perdido a William. Y cuando empezó a sospechar que había algo raro en ‘Harold’ se llamó a sí misma mala madre, insensible y desconfiada…

Desde que se había enterado de la traición de William no había un segundo en el día en el que no pensara en que realmente había perdido a sus dos hijos. Dentro de ella no había esperanza alguna de volver a ver a Harold… y, sin embargo, estos jóvenes estaban frente a ella diciendo lo contrario.


Así que lloró. Lloró de desesperación, de felicidad, de rabia… Todo lo que contaban era tan enrevesado, tan ridículo… y tan real. Su hijo, el sapo…

Poco a poco la rabia fue superando al llanto y la Reina finalmente recuperó la capacidad de hablar.


«No voy a continuar con esta farsa. Esta noche apresaremos al Príncipe y traeremos al castillo a Harold y a Stella»

«Llamaremos a un médico para que vea a Harold. Pondremos guardias en su torre. Yo mismo me quedaré con él. De todas formas, Lord Macarrón ha estado siguiendo a William. Por lo que ha visto no es realmente una amenaza. Está totalmente confiado en que creemos su farsa», contó el Rey


«Si me permiten un consejo, majestades, igualmente debemos tener mucho cuidado con esto. Es mejor que no lo vea venir», dijo Erik

«Yo creo que no lo vería venir así estuviera frente a una carreta llena de gnomos furiosos», soltó Scarlett. «Pero igualmente debemos asegurarnos. Majestades, de lo que han descubierto, ¿saben cómo suele comunicarse con la Duquesa?»


«Por carta. No han tenido ni la decencia de cambiar los sellos. Las tiene todas guardadas en un baúl. En algunas incluso lo llama ‘Benji’, el apodo de la infancia que le dio su hermano», respondió la Reina


«Tengo una idea, pero va a requerir un poco más de… actuación», explicó nuestra chica


«Me gustan los espectáculos, señora Longcrow», aseguró la Reina


Erik miró a la Reina. Algo en él le decía que William tenía mucho de su madre…

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