Nuestra historia comienza en el apacible, boscoso y recientemente lluvioso pueblo de Glimmerbrook, en una época indeterminada, pero con altas pretensiones de ser medieval (no llega a serlo porque es una época que en verdad se toma muchas licencias, por lo que mejor vamos a decir que es de «inspiración medieval»).
Allí, en lo profundo del bosque, se encuentra nuestra querida Scarlett Hood, una joven tímida y soñadora, que… ¡Un momento! ¡Ya no está en el bosque! ¡Se ha ido a la biblioteca! Scarlett, por favor, no te salgas del guión…
(Tos, tos) A Scarlett, una joven desobediente y soñadora (que además tiene una lengua viperina cuando la provocan) le encanta pasear por el bosque y visitar la biblioteca. Se ha leído y releído mil veces cada libro de ese recinto. Todos los días viene a ver si hay un libro nuevo, y todos los días sale decepcionada. Una vez más decide releer La Bella y la Bestia…
No es que sea muy fanática de ese cuento, porque eso de que te enamores de tu captor es un poco raro, pero la verdad es que ella también se lo pensaría si su secuestrador tuviera una biblioteca épica y la dejara usarla. Seguro que la biblioteca de la Bestia siempre tiene libros nuevos, y no como la de este pueblo del plumbob…
«Scarlett», dijo una voz.
Nuestra joven levantó la vista de su libro. Jack Sparrow, su querida oveja, quien tenía altas pretensiones de ser un perro, la observaba.
«Si no nos vamos ya, llegaremos tarde al mercado y solo encontrarás los frijoles grises», dijo la oveja.
«¡Es cierto!», exclamó Scarlett. «¡Ay, por la Señora que nos controla! ¿Qué va a decir mamá si vuelvo a aparecer solo con frijoles? ¿Dónde está Blancanieves?»
Scarlett y Jack Sparrow salen de la biblioteca en busca de Blancanieves, la otra oveja con ínfulas de perro.
«¡¿Nos vamos ya?! ¿Nos vamos ya?!», pregunta Blancanieves emocionada.
Scarlett ríe y asiente. Las tres empiezan a caminar en dirección al mercado… Otro día más, otro día igual. Levantarse, pasear por el bosque con sus ovejas-perros, ir al mercado (cuando no es el mercado es el herrero, la carpintera, la casa del vecino… siempre hay alguien o algo que visitar), volver a casa, ayudar a su madre, leer su libro, irse a dormir… A Scarlett la vida se le está haciendo cada vez más pequeñita.
Afortunadamente, Scarlett, Jack Sparrow y Blancanieves llegaron a tiempo al mercado. Las ovejas con actitud perruna se fueron corriendo a explorar el lugar y a aprovechar la confusión de los mercaderes al verlas para comer gratis. ¿Quién podía resistirse a los tiernos ojos de dos ovejas… perros… bueno, lo que fueran? Un pedazo de pollo por aquí, un poco de pastel por allá…
Scarlett compró las especias que le había encargado su madre y por supuesto los frijoles. Se disponía a buscar a sus ovejas perrunas cuando Clara Villapálida se acercó a saludarla. Se conocían desde niñas y mantenían una relación cordial, pero no eran especialmente amigas (en verdad las pocas amigas que tenía Scarlett ya no tenían mucho tiempo para ella, con eso de los embarazos, en el caso de algunas… o lo de haber huido a Brindleton Bay para convertirse en pirata, como era el caso de otra).
Clara le contó a Scarlett que tenía una buena noticia.
«Caperucita, me caso con el zapatero el próximo mes», dijo finalmente con una falsa cara de felicidad.
Caperucita era el apodo que Scarlett tenía desde niña, ya que a esa edad siempre andaba vestida con su caperuza roja que le había hecho su madre.
«Pero Clara… ¡Tiene 84 años! ¡Y lleva 45 años viudo! ¿Qué me estás contando?».
«¡Estamos enamorados! Además, estoy harta de formar parte del club de las solteronas. Pensé que te alegrarías por mí», soltó Clara con tono de reproche.
«No, no… digo, sí. O sea, por supuesto que me alegro, solo que no lo esperaba…».
«En fin», suspiró Clara. «Estaba pensando que tu madre podría hacerme el vestido de novia».
«¡Por supuesto! Estará encantada. ¡Felicidades, Clara!».
«Iré a verla la semana que viene», aseguró Clara con una sonrisa.
Se despidieron cortésmente y Scarlett se dirigió al segundo árbol de la derecha a la salida del mercado. Era el punto de encuentro con Blancanieves y Jack Sparrow, sus ovejas parlantes con ínfulas de perros.
«¿El Club de las Solteronas?», pensó mientras esperaba a sus perrunas ovejas. «Supongo que cada día que pasa ese club se queda más vacío y la presidenta voy a ser yo… Prefiero eso que casarme con cualquier señor que tiene un pie en la tumba. ¡Pobre zapatero! ¿Y si muere en la noche de bodas? Clara heredará, seguro… Total, al zapatero no le va mal».
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